¿Te gustan los uniformes? por Manuel Palazón

A mí sí. No siempre. Depende en qué circunstancias, quién los lleva y para qué se emplean. ¿A que no nos imaginamos a las fuerzas armadas sin uniformes y sin gorras? ¿O a  los equipos de fútbol, de baloncesto, etc.? ¿O a las bandas de música, a los ballets? Y así sucesivamente: en ciertas asociaciones sus miembros van conjuntados para actuaciones públicas o simplemente portan camisetas para manifestar la pertenencia a un grupo concreto: los boys scouts, los manchegos de Tramontana, las usuarias de Anémona, etc., sobre todo cuando viajan o llevan a cabo manifestaciones públicas. Los niños y adolescentes en los campamentos de verano van uniformados. También están en su derecho los grupos que celebran fiestas, aniversarios, despedidas de soltero… Ya es diferente cuando se trata de funcionarios, bancarios, oficinas o colegios (antiguamente, en algunos de estos lugares, a los hombres se les exigía llevar traje y corbata, y a las mujeres se les prohibía usar pantalones de cara al público; claramente, esta obligación ha quedado obsoleta).  Por supuesto, en los centros escolares privados, ya laicos ya religiosos, llevan uniforme, algo que va ligado a la disciplina, el respeto y la educación. En los centros públicos ya es otra historia, aunque hay quien aboga por considerar los uniformes útiles, y diré por qué: porque iguala a todas las clases sociales y es un ahorro considerable para las familias. Si no hay uniforme, los niños de familias más pudientes llevarán mejores vestimentas; las de los niños pobres serán mucho más modestas. Asimismo, los padres ahorran dinero y no tienen que estar pensando qué ropa comprar a sus hijos, salvo en vacaciones y festivos. Cuando yo estudiaba, hace muchos años, en mi instituto teníamos uniforme: pantalón gris y jersey azul; y así en muchos centros escolares de aquellos entonces. Apunto otra circunstancia que vemos cada día, sobre todo en la enseñanza media: hay alumnos (y profesores) que van con los pantalones rotos y/o ajustados y camisetas con leyendas impresas atrevidas;  hay  alumnos (sobre todo, alumnas) que enseñan más de la cuenta debido a los escotes de sus blusas y a sus minifaldas; y todo eso está permitido y se ve como libertad de expresión. En cierto sentido van “uniformados” en la desuniformización, porque responden a unas pautas no impuestas pero coincidentes. Bueno, creo que es motivo de reflexión.

Manuel Palazón