Vicent Pérez Zaragoza y Álvaro Romero Pérez han sido los embajadores, cristiano y moro respectivamente, que han defendido las embajadas de este año 2024. Han estado a la altura de las circunstancias y han sido dignos sucesores de los Palazón, padre e hijo, que este año nos despedíamos después de seis lustros al servicio de la Fiesta. Recuerdo el primer parlamento, el de Pere Maria, que se leyó en la plaza del Torrejó por Pepe Albero y Rafael Montes en 1990. En 1992 se estrenó la embajada mora de Adrián Espí a cargo de Pedro Segura y José Solbes. En 1994 yo escribí la obligada réplica, embajada cristiana, defendida por Pepe Albero y un servidor. Y en 2002 se añadió una embajada más, denominada de la Invasión, basada en la primera de Benixama y adaptada por Pepe Albero y por mí. A partir de entonces, fueron cuatro las embajadas de las Fiestas de Moros y Cristianos; un par de años después, se incorporó mi hijo, como embajador moro… y hasta 2023. Después de nuestra despedida oficial, ha llegado el momento del relevo: Vicent y Álvaro, mi enhorabuena; ya veréis cómo, después del necesario y obligado rodaje, seréis los mejores portavoces de vuestros reyes en ediciones sucesivas. Este año he echado de menos la embajada más oficial, la de Adrián Espí… La embajada de la invasión ha sido modificada sustancialmente (pero reforzada por la iluminación y el rugir de los cañones), al igual que la que yo redacté, en la que he observado algunos cambios. Por su parte, el Parlamento de Paz de Pere Maria Orts i Bosch, el más docto y culto, espectacular y único, se ha quedado reducido a poco más de la mitad, ¿por la necesidad de abreviar y de obviar algunos pasajes quizá innecesarios? Seré fiel seguidor de la Fiesta, de la música, del desfile y de los parlamentos. Quizá lo más espectacular de cara al público son los presentes que el moro hace al cristiano (tesoros, caballo y bailarina) y la lucha cuerpo a cuerpo de los profesionales; en este punto he de decir que me pareció innecesario y fuera de lugar que un caballero cristiano subiera al castillo al término de la segunda embajada y diera muerte al embajador moro. Finalmente, si en algo se estima mi sugerencia, me agradaría la reposición de la embajada de Adrián y que no se recortara un ápice ni de la segunda embajada ni del Parlamento de Paz.
Manuel Palazón