Es el sugerente título de la conferencia que impartió hace un par de semanas Ricardo Molina, director de Alpiteatre, para el Faro de Alejandría, en la Casa del Fester. Estaba claro que iba a hablar de teatro, sobre todo de su trayectoria desde que, hace unos diez años, comenzó con un elenco de jóvenes estudiantes en Alfaz del Pi. Desde entonces se ha consolidado como un gran director teatral, adaptador y escenógrafo , con montajes de obras de Molière, Shakespeare, Aristófanes, Calderón de la Barca y un largo etcétera. A lo que iba: deporte y riesgo. Extrañó algo a la concurrencia lo de “deporte”, palabra vinculada al ejercicio físico que entraña competitividad y esfuerzo; bueno, si consideramos que a veces los grupos teatrales participan en concursos, se puede entender lo de deporte, en este caso, intelectual, escénico, declamatorio. Mas extrañó el vocablo “riesgo”; no tiene nada que ver con un posible accidente, una caída, una lesión de algún actor en el ejercicio de su profesión (aunque también, pues lo sé por experiencia personal). Quizá se refería a la incertidumbre en los montajes teatrales: ¿Lo haremos bien? ¿Habremos elegido la obra idónea? ¿Dará los frutos esperados? ¿Significará ganancias o pérdidas? ¿Será del agrado del público? De todo un poco: ¡Cuántas veces un director teatral ha llevado a las tablas una obra con ilusión y ha sido casi un fracaso! ¡Cuántas veces el montaje ha encontrado trabas, bien por la censura, bien por la precariedad de ayudas institucionales! ¡Cuántas veces las compañías sufren pérdidas, debido a que la recaudación se ofrece a una Entidad social para que cumpla sus objetivos! Menos mal que la vocación de los aficionados, que es de los que estoy hablando, suple sobradamente todos los obstáculos y los “riesgos” de este “deporte”.
Manuel Palazón